Arte

El Guernica de Picasso, Rubens y la técnica de grabado

El pasado martes Jesús Marchamalo recordaba en Facebook una anécdota sobre la etapa de aprendizaje de Picasso como grabador:Image via Wikipedia

«Cuentan que aprendió a grabar con Ricardo Baroja. Picasso olvidaba con frecuencia que el dibujo de la plancha de cobre es un negativo, y que al imprimirlo en papel sale luego al revés. Así, un día en que dibujaba en picador, Baroja le hizo notar que en la plancha llevaba la garrucha en la mano derecha, así que una vez impreso parecería sujetarla con la izquierda.
Y Picasso, sin inmutarse, siguió trabajando como si nada mientras murmuraba: No importa, lo titularemos El zurdo.»

Recuerdo haber oído a Santiago Amón que el Guernica fue pintado con la composición invertida, al modo que se haría en un grabado normal. Ciertamente después leí que la composición de aquella obra se basaría en «los horrores de la guerra» de Rubens, que se mostraría de forma invertida, de acuerdo con la exégesis de Santiago Sebastián. Asimismo la paleta de color y la textura de algunos de los planos, como los del cuerpo del caballo abundan en esta visión según la cual Picasso habría sido uno de los primeros pintores en trascender el grabado, llevándolo a un lienzo inmenso, que curiosamente estaría, también en este caso, al revés de como se «debiera».

Me parece interesante extender esto un poco más, ya que se trata de un autor y un cuadro importantísimo. Lo que cuenta Marchamalo son los inicios del malagueño en esta técnica, pero como recordaba hace muchos años Santiago Amón, acabaría convirtiéndose en «el mejor grabador». Gracias a Internet puedo recuperar la transcripción exacta, algo extensa pero excelente:

«¿Cómo ver un cuadro?. Un cuadro se ve primero de la forma más material. Porque un cuadro eso ante, todo un objeto, y un objeto, en pintura, consta de dos elementos: un soporte y una superficie. El soporte es un bastidor de madera y una tela. La superficie, una pintura plana en este caso. Al analizar un cuadro hemos de evitar alegorías y metáforas, e ir a su propia materialidad.

Este cuadro mide 7’87 metros de ancho y 3’50 metros de alto. (Lo que estamos viendo es un christmas de Navidad, en razón a las proporciones del cuadro que podemos contemplar en el Casón del Buen Retiro).

Este objeto está pintado con una técnica determinada; está pintado «al turco». Es el primer cuadro de la Historia en el que se ha utilizado pintura industrial; la pintura que se usaba para pintar los coches de la época.

Si analizamos el cuadro, se observa que está realizado con tintas planas. No tiene colores. Está pintado en blancos, negros y grises.

Por último habría que decir que está pintado al revés.
De relacionar un dato con otro se desprende que, en este cuadro, Pablo Picasso demuestra realmente quien es. Yo no diré que Pablo Picasso sea el mejor pintor de nuestro tiempo, ni que ésta sea su obra más representativa, pero eso sí: estamos ante el cuadro que mejor le define.

Las tintas planas son la que utiliza el grabador. Blancos, negros, y grises, son los colores que se utilizan para hacer grabados.

Dibujar al revés es lo que el grabador hace para que, al imprimir, el traza quede derecho.
El ojo humano está habituado a leer, escribir y dibujar de izquierda a derecha. Picasso ha dibujado el cuadro de derecha a izquierda, como una ola que se desplaza diagonalmente.

Puede que Pablo Picasso no sea el mejor pintor de nuestro tiempo, ni el mejor escultor ero lo que sí es, es el mejor grabador, posiblemente de toda la Historia.
Cuando Pablo Picasso coge un lápiz es capaz de crear un universo o destruirlo. Y cuando sobre la plancha dibuja al revés para que el ácido haga aguafuertes, nadie sabe cómo consigue estos efectos.

En este cuadro Picasso omite el color. Utiliza tintas planas: blancos, grises y negros. Lo ha pintado al revés, como queriendo realizar un grabado, un inmenso grabado hecho con pintura.»

(Santiago Amón, «Una Pintura; El Guernica», 21 de Agosto de 1987 http://www.santiagoamon.net/confguer.asp

Santiago Sebastián por su parte recogía unos años antes la misma cuestión, determinando además que la base compositiva de El Guernica no era otra que el cuadro de Rubens Los horrores de la guerra. Este cuadro, que forma parte de la colección del Palacio Pitti de Florencia, había sido el más representativo de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y en él no se había representado un hecho concreto (como hizo Velázquez con La rendición de Breda, 1634-35), sino el propio triunfo de la guerra narrado a través de los mitos clásicos. Esta pintura, de formato mucho más modesto que la obra de Picasso (206 x 345 cm) fue divulgada por el grabador Duclos en el siglo XVIII.

Joan Campàs Montaner realiza un buen resumen de la cuestión en el artículo titulado «La desconstrucción del mito clásico en el Guernica de Picasso«, donde añade además el análisis de Alice D. Tankard, que por su parte, profundiza en esta dirección y considera que el Guernica es, compositivamente y semánticamente, la imagen iconográfica reflejada en un espejo del cuadro de Rubens. Una cuestión que a la vista del esquema gráfico y las explicaciones de Tankard y Sebastián, deja muy poco lugar a dudas:

Montaner muestra un esquema que resume las variaciones que realiza Picasso:

Con todo quedarían dos preguntas que hacerse: ¿qué sentido tiene el que Picasso haya invertido la orientación de la obra de Rubens? y ¿por qué eligió para este cuadro un aspecto de grabado?

Ambas cuestiones están ya más en la interpretación que en el análisis, sin tratar de forzar la interpretación el hecho es que el cuadro fue encargado por el gobierno de la República en plena Guerra Civil (1937) para la Exposición Internacional de París. Apenas una semana después de la masacre de Guernica fue el propio Picasso quien eligió el tema, iniciando un trabajo frenético que le llevó a elaborar nada menos que 61 bocetos. El enorme aumento de escala que supone el cuadro también deja constancia de la importancia que otorgó a la cuestión. Con el cuadro pintado al revés, todas las figuras acuden dramáticamente a la diagonal, buscando la salida del toro; a su vez detiene el sentido de movimiento propio del cuadro de Rubens: lo sitúa en el presente.

El monocromatismo y la predominancia del negro lo dotan de una gravedad y seriedad mucho más intensa que el cuadro inspirador. Construye en definitiva una anormal, dramática y enorme estampa de una gran tragedia, en la que la transformación más importante es la muerte del guerrero.  En una visión mucho más real que la habitual, la guerra produce la muerte tanto de las víctimas inocentes como de los soldados y no son los dioses los que conducen la acción sino la locura, aún más poderosa que ellos.

Lo dice mucho mejor César Vallejo:

«…Del punto de esta línea rectilínea, desde el bien al que afluye el bien satánico, se ve la gran batalla de Guernica. Lid a priori, fuera de la cuenta. Lid en paz. Lid de las almas débiles contra los cuerpos débiles. Lid en que el niño pega sin que nadie le diga, y en que el enfermo pega con su mal, su pastilla y su hijo; en que el anciano pega duro con sus canas, sus siglos y su palo; y en que pega el presbítero con Dios Lid de Guernica. Lid en honor del toro y su animal pálido, el hombre…»

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