Entre el trabajo sobredosificado, la escritura de mi nuevo libro y las vacaciones he tenido un poco abandonada esta ventana.
Me he saltado entre otras cosas el repaso a la visita semanal a las librerías. Compré cosas bastante raras: ‘Bichografías’, un bestiario hecho con bastante humor por el recientemente fallecido Fernando Krahn, ‘Parranda Larga’, de Nicanor Parra y ‘Amphigorey de nuevo’, de Edward Gorey. Hace poco también me presentaron a Jodorowsky en la presentación de su ‘Poesía sin fin’, que aproveché para que me firmara. Además de esta racha de lecturas de los poetas del fin del mundo, creo que últimamente ando algo medio gótico, ayer estuve viendo Shutter Island, la película más oscura de Scorsese, y hace un momento el Drácula de Guy Maddin. Para poner las cosas en su sitio ando escuchando a The Cure. Entretanto me pregunto a mí mismo porqué a Parra no le han dado aún el Premio Cervantes o el Nobel, quizá porque los jurados aún tienen alguna confusión, espero que algún día corrijan la opinión.
Gorey es un tipo aparte, quizá el artista que más haya inspirado a Tim Burton. Sin la pátina cool de Charles Addams o del propio Krahn, que se asomaban con autoridad en la mítica The New Yorker, era mucho más arriesgado, mezcló en sus viñetas a la infancia y a la muerte, una yuxtaposición a todas luces de alta potencia poética pero de impacto emocional inquietante -que por cierto también se da en Shutter Island pero en este caso prácticamente sin presencia del estilete transgresor del profundamente libre Edward Gorey.
Subyace en su poética un fondo dramático, con un mensaje claro: la muerte es un suceso aleatorio que destruye la inocencia, y nos espera tras cualquier inesperado accidente:
Profundamente extraño la publicación de la serie Amphigorey fue su primer y muy tardío éxito, uno de los más raros poetas visuales que se recuerden. Un genio y como Parra, uno de los poetas sin Olimpo.