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Una tarde en Hotel Kafka: Pablo Casacuberta, Javi Azpeitia, Edward Hopper

7 marzo, 2010 — by José Antonio Redondo Martín0

El viernes presentamos Escipión, de Pablo Casacuberta en Hotel Kafka. Como Edu Vilas andaba por Donosti me tocó hacer de anfitrión. Durante la espera se nos cruzó la noticia de que en un artículo de Blanca Berasategui «El lazarillo ya no es anónimo«. En él se indicaba que el verdadero autor de El lazarillo de Tormes, no era otro que don Diego Hurtado de Mendoza, a propósito de ello se anticipa a la publicación del libro de Mercedes Agulló en la editorial Calambur, donde contrasta con datos y documentos la fortaleza de esta hipótesis. Nos llaman entremedias de una TV autonómica para ver si podrían entrevistar a alguien en el Hotel respecto de esta noticia. Casualmente Xavi Azpeitia, que era quien hacía la presentación, había hecho un «remake» de El Lazarillo, con las plumas de los hermanos Martín y Nicolás Casariego, Marta Rivera de la Cruz, Marcos Giralt Torrente y Francisco Casavella. En fin, no pudo ser, la presentación era a la vez que la toma que querían hacer.

En cambio le preguntamos nosotros a Xavi, en principio asume el asunto con excepticismo, supongo que cuando el libro de Mercedes se pueda leer y el asunto se valide por más expertos se podrá afirmar que don Diego es el autor. De momento seguimos a la expectativa. En la acelerada Wikipedia alguien le había dado ya como el autor, hoy sólo se dice que existe esa hipótesis y que Mercedes Argulló la sostiene, lo que es bastante más correcto.

Aprovecho para mirar en nuestra librería y me topo con el Hopper de Mark Strand (Ed. Lumen, 2008). Un libro más que peculiar del que había leído algún fragmento, que contiene la écfrasis o descripción de 30 de las pinturas del genio de Nyatt. Los textos de Strand se articulan en tres ejes, la descripción formal del cuadro, su contenido narrativo y las sensaciones y reflexiones que en él producen. Siempre he pensado que trasladar al lenguaje escrito las artes visuales es una cuestión francamente difícil y que está llena de estrepitosos fracasos, baste leer los numerosos catálogos de exposiciones que todos los años se alumbran, o las con frecuencia abstrusas y difusas críticas de plástica. Éste es por el contrario un libro extraordinario, que nos habla de ventanas, de estampas de una extrema sencillez, de triángulos, de trapecios, de direcciones, de la posición del observador, del cuadro en relación a otros cuadros. En sus palabras:

Los cuadros de Hopper  transcienden el mero parecido con la realidad de una época y transportan al espectador a un espacio virtual en el que la influencia de los sentimientos y la disposición de entregarse a ellos predominan. Mi lectura de ese espacio es el tema de este libro.

Habitación en Nueva York. E.Hopper, 1932

Uno de estos originales cuadros es Habitación en Nueva York. Como tantos otros, presenta en la escena una ventana que como señala Strand, se encierra una vez más entre un conjunto de trapezoides, que en su particular lenguaje visual vienen a ser el símbolo de la melancolía. Aquí es patente la influencia de los pintores holandeses, en especial de la mirada de Vermeer, pero también del «nocturno» Rembrandt, cuya impresionante obra maestra Ronda de Noche tanto impacto a Hopper. Dice el pintor: “The idea was in my mind a long time before I painted it. It was suggested by glimpses of lighted interiors seen as I walked along city streets at night, probably near the district where I live (Washington Square) although it’s no particular street or house but is really a synthesis of many impressions.” A ese propósito sintético añade Updike que la escena mantiene elementos de tensión interna en ese aparente «momento muerto de nuestras vidas», en lo que podría ser el inicio de una narración. Strand nos habla del distanciamiento calmo y de la tristeza, ¿están realmente calmos?, se pregunta el poeta.

En esta hermosa edición ilustrada encontramos a un Strand magistral, que no en vano era ya un traductor literario excepcional. Un auténtico hallazgo en ese lugar con ventanas a la calle que es Hotel Kafka, donde en varias ocasiones nos ha acompañado también Muñoz Molina, que también fijó una de sus obras en las neoyorquinas ventanas de Hopper.

Una vez acabada la presentación hubo la típica tertulia múltiple y desparramada que suele ocurrir en el Hotel junto con los vinos y los sandwiches. Por ahí andaba Casacuberta charlando con el escritor colombiano Juan Sebastián Cárdenas, con quien el día anterior había presentado el mismo libro, Excipión, en Casa de América. Diríase que andaba ayer el espíritu de Strand por el Hotel, pues no sólo se había hecho de noche y algún observador quizá nos viera a través de las ventanas. Juan andaba un tanto desconcertado del positivismo un tanto radical de Casacuberta, éste decía que en realidad su visión literaria sólo era peculiar porque además del lenguaje literario utiliza la descripción de hechos, de materiales, en resumidas cuentas de lo que se percibe y de lo que se toca. Habló de una idea que ya había sacado en la presentación, que querría tomar el espíritu de una obra extraordinaria y «copiarlo» en su propia obra. Entonces le comenté que en una época comencé a llevar  mis críticas literarias hacia ese terreno, no tanto al plano de la información periodística y el formato más o menos habitual sino a tratar de trasladar las sensaciones, el ritmo o las metáforas principales de cada obra. Algo que como él mismo recordó se ha hecho por parte de estupendos críticos de cine.

La charla continuó más allá del Hotel, pero yo agotado de la semana me retiré. Antes de irme me fijé que Pablo había dejado un libro con imágenes de su obra plástica en la mesa. De algún modo aquella tarde habían circulado por ahí los fantasmas de Hopper y de Kafka y algunos ecos de Shakespeare, La Celestina y el Lazarillo.

Quien vive solo, y sin embargo desea de vez en cuando vincularse a algo; quien, considerando los medios del día, del tiempo, del estado de sus negocios y demás, anhela de pronto ver un brazo al cual pudiese aferrarse, no está en condiciones de vivir mucho tiempo sin una ventana a la calle. Y si le place no desear nada, y sólo se acerca a la ventana como un nombre cansado cuya mirada oscila entre el público y el cielo, y no quiere mirar hacia afuera, y ha echado la cabeza un poco hacia atrás, sin embargo, a pesar de todo esto, los caballos de abajo terminarán por arrastrarlo en su caravana de coches y su tumulto, conduciéndolo finalmente a la armonía humana. ”
(Franz Kafka, La ventana a la calle)

En el vídeo Pablo Casacuberta y Juan Sebastián Cárdenas en Casa de América:

Los libros:

Hopper. Mark Strand. Traducción de J. A. Montiel. Lumen. Barcelona, 2008. 115 páginas, 14’,50 euros.
Escipión. Pablo Casacuberta. 451 Editores. 2010. 302 páginas, 19,50 euros. ISBN: 978-84-96822-63-4

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